Contrato De San Valentin

• Novela: Contrato De San Valentin

• Autor: Desconocido

• Blog: Desconocido

• Genero: Desconocido

• Numero De Paginas: 89

• Sipnosis: NO TRAE PERO LES DEJO EL PROLOGO

Los acordes de una balada de Celine Dion resonaban en el pequeño apartamento y el aroma de las velas
de vainilla impregnaba el aire. Todo era perfecto. Las luces bajas, el champán en hielo... había ahuecado los cojines del sofá y las fresas cubiertas de chocolate se enfriaban en la nevera. Era el día de San Valentín y mientras otras chicas se afanaban con citas y vestidos, ella dedicaba. el día más romántico del año a mimarse. Después de un baño relajante, estaba preparada para disfrutar de una sesión de películas Románticas, empezando por su favorita: Diario de un Pasión. Siempre había preferido el romanticismo de las películas al de la vida real, porque nunca le toca vivirlo a ella. En las películas, el amor era emocionante, arrebatador y perfecto. La pobre experiencia que había tenido en su vida en ese campo había resultado decepcionante. El amor real era incómodo, agotador y a veces aburrido. Sus fantasías eran mucho mejores. Y un día de San Valentín sola resultaba preferible a la otra alternativa, a pasar un montón de nervios y quedarse con expectativas sin cumplir. Además, ¿qué otra cosa podía esperar una chica como ella? En el secundario había sido la nerd que nunca tenía novio y se pasaba el tiempo libre estudiando. Su vida social había consistido en visitas a ferias científicas, maratones académicos o citas con la ortodoncia. Así conseguiría una beca completa para la universidad donde estudiaría Botánica. Pero desde entonces habían cambiado pocas cosas, aparte de que le habían quitado el aparato de dientes. Y aunque había tenido algunas citas, no había encontrado al hombre de sus sueños, al P.C. Alias el Príncipe Soñado.
Lali tomó su diario y se sentó en el sofá. -Otro día de San Valentín sin novio -murmuró mientras escribía-. Procuro mantenerme optimista; sencillamente no he encontrado al hombre ideal, pero está en alguna parte y tengo que tener paciencia y esperar que me encuentre él... hay pero que sola estoy, yo sigo hablando con mi diario como si me fuera a contestar. Aunque sí que había un hombre casi perfecto, que era el rostro que veía cuando pensaba en su media naranja y que además vivía abajo de su departamento.
Lali movió la cabeza y cerró el diario, que dejó en la mesita de café, decidida a no entregarse a la melancolía. Llorar no iba a servir de nada, aunque supiera que, en ese momento, Peter Lanzani, su príncipe
de cuento, estaría vistiéndose para salir con una de sus muchas amigas. Lali sabía que había preparado algo grande porque le había pedido consejos sobre flores y ella le había recomendado su floristería favorita y le había dado una lista de flores ideales para un ramo y sugerido unos cuantos restaurantes en los que podía reservar mesa. Incluso le había cosido un botón de la camisa y le
había ayudado a elegir la corbata más apropiada. -Que Buena Amiga que soy... Tarada eso sos, una tarada -musitó para sí. Peter y ella eran amigos desde el secundario y él se mudó allí el año anterior. Se re encontraron cuando la bañera de ella se salió y el agua cayó por el techo de él, después ponerse al día con galletas caseras y un vaso de leche. Lali no tardó mucho en volver a fantasear con él, y tardó menos aún en comprender que jamás se enamoraría de una chica como ella. A Peter le gustaban las rubias altas de sonrisa resplandeciente y cuerpo más hecho para la lencería fina. Sus novias siempre eran seguras de sí mismas y sofisticadas. Lali era bajita y castaña, con un cuerpo que parecía más que exuberante y mucha timidez. Lo único de ella que complacía a los hombres eran sus galletas de chocolate caseras. Una llamada a la puerta la sorprendió. Fue a abrir y se encontró con Eugénia Suárez, su mejor amiga, que llevaba una bolsa de ropa en la mano. -Tenes que ayudarme, ya -dijo-. No me decido entre el negro y el rojo. Creo que el rojo me hace un trasero tan grande como Montana y el negro enseña demasiado escote. Y necesito un abrigo decente. Una chaqueta quedaría fatal -miró a su alrededor-. ¿Esperas a alguien?
Lali forzó una risita. -Primero que histérica que sos, segundo No, espero una velada tranquila a solas con mis plantitas. Euge soltó un gemido. -¡Ay, no! ¡Diario de una pasión otra vez, no! ¿Cuántas veces podes ver esa película? -Incontables -repuso Lali-. Es la película más romántica del mundo.
-¿Por qué no sales con Nico y conmigo? Comeremos bien, beberemos demasiado champán y te sentirás
una mujer nueva. -Esta es su tercera cita y no creo que a Nico le haga mucha gracia que vaya yo -Lali abrió la bolsa de ropa y examinó los dos vestidos-. Ponte el rojo y no te preocupes del trasero. Te presto mi abrigo de cachemira negro y elige un collar de mi joyero. Euge le dio un abrazo.
-Sos una génia. Entró en el dormitorio y Lali volvió al sofá. Su amiga no parecía tener problemas para conseguir citas y había intentando ayudarla varias veces, pero Lali opinaba que las citas a ciegas eran para chicas desesperadas y hambrientas de amor que no podían conseguir un hombre por sí mismas... y ella no pensaba admitir la derrota tan pronto. -Está bien -Euge volvió corriendo del dormitorio-. ¿Seguro que no querés venir? El compañero de cuarto de Nico no hace nada esta noche, podemos salir los cuatro. Es muy simpático. -Otro día -repuso Lali. Euge se encogió de hombros. -Bueno. Pero nos vemos mañana en la biblioteca. Cuando Lali se quedó sola, suspiró con suavidad. Tenía que hacer algo para salir y conocer más chicos. Podía ir con Euge a alguno de los muchos bares cercanos al campus o podía apuntarse a actividades extra escolares, o matricularse en alguna clase donde no hubiera tantos científicos. -¿Ves? Esto ya se empieza a poner bueno - dijo en voz alta. Buscó el control remoto-. Tenes un plan y
vamos a cumplirlo. Acababan de pasar los títulos primeros cuando llamaron de nuevo a la puerta. Lali saltó del sofá. - ¿Qué se le habrá olvidado? -preguntó. Abrió la puerta, esperando encontrarse con Euge y se quedó sin aliento al ver a Peter Lanzani.

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